En estos últimos días de vacaciones, en los que ni niños ni padres sabemos qué hacer, el saber que el aburrimiento no es malo resulta reconfortante.
Actualmente estamos expuestos a estímulos continuos que nos mantiene «entretenidos». Pero ese «entretenimiento» en muchas ocasiones lo único que hace es que no utilicemos el cerebro para realizar una de sus funciones básicas:pensar. Además, esta «estimulación» resulta adictiva, por lo que los más pequeños, que no entienden la situación, están siempre ávidos de actividad y nuevas experiencias.
La investigación que se recoge en este interesante artículo publicado por Beatriz G Portalatín en el MUNDO en Julio de 2016, saca a relucir esta situación. No dejes de leerlo.
Imagen de alrededor de 1909 de una niña bostezando. THE GRANGER COLLECTION
«Papá, mamá: Me aburro ¿Qué hago?». Seguro que la frase le resulta familiar, que la ha oído por boca de su hijo cientos de veces y ahora en verano, aún más. Pero no debemos satisfacer sus deseos, ni darles algo con lo que jugar o pasar el rato. Que investiguen ellos, que averigüen e inventen qué hacer cuando no tienen nada qué hacer.
«Si los niños tienen periodos de aburrimiento en que no están haciendo nada que les satisfaga, deberán utilizar sus propios recursos para que eso no ocurra, y ahí entra en juego la creatividad, porque el aburrimiento es la antesala de la creatividad», afirma a EL MUNDO Carme Crespo, psicóloga infantojuvenil y docente del Instituto Superior de Estudios Psicológicos (ISEP). «El poder conectar con uno mismo y buscar actividades o acciones que puedan sacarlos del tedio, hará que sean más flexibles cognitivamente, más tolerantes, más creativos, y por tanto más resolutivos«, añade la experta.
Pensemos por un momento cómo han surgido en nosotros los mejores proyectos. Probablemente, fue cuando no estábamos ocupando nuestro tiempo en nada. Y esto es porque «la creatividad necesita tiempo, y muchas de las grandes ideas han surgido en momentos de relax, como en unas vacaciones, en la bañera…», aseguran Mª Teresa Rodríguez de Castro y Mariola Lorente Arroyo, investigadoras de la Fundación Universidad de Padres.
Según ambas expertas, el cerebro está siempre funcionando y produciendo ocurrencias, aunque no seamos conscientes de todas ellas. Y puede suceder que, cuando no estamos pensando en eso que nos preocupa, de repente se nos ocurra una solución. Es una estupenda estrategia cuando hemos dedicado mucho tiempo a un problema y nos atascamos. Hay que dar libertad a nuestro pensamiento, dejarlo fluir, escucharnos a nosotros mismos, pues de ahí surgen proyectos, ideas y deseos.
Además, es importante que comprendamos que todos somos creativos. Esa es una de las conclusiones del trabajo ‘Creatividad en la educación’, elaborado para los Cuadernos Faros del Hospital Sant Joan de Déu, en el que ambas expertas han participado: «La creatividad no es algo que se relacione sólo con el arte o los inventos. Juega un papel muy importante en nuestra vida diaria, pues nos ayuda mucho a resolver todo tipo de problemas, empezando por los más cotidianos. La creatividad puede desarrollarse como un hábito», dicen.
Por eso es tan importante que los niños no tengan todo su ocio programado, porque en la libertad del tiempo libre pueden aprender y desarrollar infinitas capacidades positivas para su crecimiento: «Aburrirse desarrolla la autonomía personal, el pensamiento propio, la imaginación… Si un niño se aburre y nadie le dice qué hacer, él mismo acabará dando con una forma de entretenerse», sostienen las investigadoras. Por ello, mantienen que «los niños necesitan la oportunidad de hacer cosas por sí mismos, de ponerse sus propias metas, inventarse planes y proyectos. Experimentar todo esto es la mejor manera de adquirir estas habilidades».
Pero no sólo los niños: también los adultos debemos ser conscientes de que no pasa nada por no tener nuestra agenda ocupada todo el tiempo. «Vivimos en una sociedad en la que hay un afán por hacer cosas todo el rato, parece que si no se tiene una actividad entre manos se estuviera perdiendo el tiempo. El ‘no hacer nada’ está muy mal valorado socialmente, y esto sin darnos cuenta se lo inculcamos a nuestros hijos, que siempre tienen actividades que hacer, agendas muy marcadas y estructuradas», dice Leire Iriarte Elejalde, psicóloga y vocal de la Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente (SEPYPNA).
Los niños durante el curso no paran. Cuando terminan su jornada escolar tienen deberes (según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, España es el quinto país que más deberes pone a sus alumnos) y después, actividades extraescolares. Casi no tienen tiempo para jugar o para, simplemente, no hacer nada.
Igual pasa en verano: se intenta que los niños tengan todo el tiempo ocupado (entre otros motivos, por la difícil conciliación de los padres cuando los niños están de vacaciones). Pero no conviene que los niños tengan todo su ocio dirigido, es importante que aprendan a valorar el tiempo y a gestionarlo. A veces podemos ayudarles, pero en otras ocasiones es mejor que sean ellos solos quienes averigüen cómo hacerlo. Vencer el aburrimiento implica esfuerzo. Por ello, no debemos darles todo hecho: ayudarles (a veces) sí, pero no darles la solución.
La clave es: ¿cómo podemos ayudarles? Los padres deben dejar a los niños tiempo para crear e inventar, por ello según Iriarte, «es muy positivo que los pequeños tengan a su alcance medios y posibilidades de hacer cosas«. Es decir, material de manualidades, juegos de construcción o cosas que puedan potenciar esa libertad y creatividad, para que no recurran siempre a la tele o a los videojuegos.
«No es negativo que los niños jueguen con dispositivos móviles, pero sí cuando les quita tiempo para otras cosas, y por supuesto cuando juegan en exceso», aclara Iriarte. Es fundamental que durante su crecimiento los padres les enseñen de forma progresiva y natural cosas para fomentar su creatividad y capacidad de juego. Un ejemplo de Crespo: Se le da un palo al niño y se le pregunta: «¿Qué podemos hacer con él?». Y que el niño diga mil cosas, no sólo una. Hay que hacer que los pequeños disfruten aparte de los juguetes, los juegos de mesa o los dispositivos electrónicos. Hay que darles las herramientas para que aprendan, en relación con su edad y capacidad.
Es clave que los padres «les acompañemos a realizar actividades solos, buscando en su mundo interior aspectos que les serán beneficiosos en su futuro, fomentando la creatividad, la sorpresa, la autonomía», asiente Crespo. Si cuando sueltan ‘Me aburro’ les damos opciones rápidas (el móvil) o les indicamos qué hacer, se lo estamos dando todo hecho y no aprenderan.
Es fundamental que padres e hijos pasen tiempo juntos, aunque el ritmo de vida actual lo haga difícil. Y que el tiempo que se comparta sea de calidad. «Los padres debemos conectar con el aquí y el ahora de estar con ellos, no mirar continuamente el móvil, no tener de fondo la televisión y ayudarles a que creen actividades en las que podamos participar», sostiene Crespo. Es fundamental «generar espacios estimulantes para la creación y el juego en familia, y oportunidades para poder practicarlos. El juego libre, imaginativo y no estructurado es esencial para el desarrollo infantil«, concluyen Rodríguez de Castro y Lorente.
Juegos educativos para el tiempo libre a coste mínimo
Pasión por la lectura. Leer es uno de los mejores hábitos y recursos que se pue-de aportar a un niño. Además de un gran entretenimiento, la literatura es una excelente forma de potenciar su imaginación a través de historias increíbles, mundos fantásticos, personajes de cuento... Actividades al aire libre. Un día en el campo, tardes de parque, fútbol en la plaza, de paseo por el barrio... El director del colegio Buen Pastor de Sevilla, Joaquín Egea, incide en los beneficios socializadores y de conocimiento del medio que proporciona a los niños el tiempo de juego al aire libre. "El aburrimiento en casa termina en la televisión o la consola", expresa. Situaciones imaginarias. El pequeño de la casa es el pirata más temido de los océanos y su habitación es su preciado velero repleto de tesoros... Los juegos de roles no sólo fomentan la creatividad sino que permiten un gran aprendizaje para los pequeños, que establecen relaciones en las que están presentes el cumplimiento de las acciones propias de ese papel. Hay cientos: animal, papá y mamá, doctor, profesor, policía, bombero... Beneficios de los juegos de mesa. El parchís, el dominó, el monopoly o el tragabolas, entre otros, son un clásico muy divertido sobre todo cuando se comparten con otros niños o la familia. Además de horas de entretenimiento, contribuyen con el desarrollo de destrezas, les enseña a esperar y respetar a los otros. Los más tradicionales. El 'pilla pilla', el escondite o el escondite inglés, la peonza o las chapas son algunos de esos juegos populares que les encantan. Entre sus beneficios, el desarrollo de habilidades motoras, de estrategias... Puzles. De sus dibujos animados favoritos, de superhéroes, el coche del momento o un paisaje de ensueño... Muy coloridos y de muchas o pocas piezas. Existen puzles de todo tipo para complacer sus gustos y desarrollar sus habilidades espaciales. Manualidades. Desde cortar y pegar a perder el miedo a mancharse con las témperas o reconocer texturas de alimentos sólo empleando el sentido del tacto... Adoran hacer manualidades y a la vez adquieren conceptos artísticos, promueve el pensamiento original, desarrolla la motricidad fina, etc. Aprendiendo a jugar solos. Iniciar una actividad con el niño, darle un par de pistas u opciones para que él pueda continuar y después alejarse contribuirá a aumentar su autonomía y su capacidad de creación. Cuando concluya con el juego, recuerda el refuerzo positivo -'qué bien lo has hecho', 'muy bonito', etc.- , para mejorar su autoestima.